El romántico momento en "Palabra de Honor": Raimundo Cerda le pide pololeo a Faloon Larraguibel
La emoción se apoderó de “Palabra de Honor” con uno de los momentos más inesperados y tiernos de la temporada. En medio de la exigente rutina del reformatorio, el amor se hizo presente de la forma más sincera y espontánea. Raimundo Cerda, uno de los jóvenes reclutas del programa, decidió abrir su corazón y dar un importante paso en su relación con Faloon Larraguibel.
Durante una dinámica grupal que parecía una más entre tantas, Rai sorprendió a todos al tomar la palabra. Con evidente nerviosismo y la mirada fija en Faloon, expresó frente a sus compañeros: “Bueno, Comandante, después de harto tiempo que he convivido con Faloon Larraguibel aquí adentro… después de tanta cercanía, que tampoco nunca me imaginé llegar a tener con ella… quería oficializar”.
Las palabras del joven no dejaron a nadie indiferente. Con voz temblorosa pero decidida, le hizo la gran pregunta a la ex chica Yingo: “¿Te gustaría ser mi pareja?, ¿quieres ser mi polola?”.
La respuesta de Faloon fue inmediata y cargada de emoción: un claro y feliz “¡Sí!”. Aquel instante quedó marcado por los aplausos de sus compañeros, miradas cómplices, y un beso que selló el inicio oficial de su relación.
La comandante Pía Arratia fue una de las primeras en reaccionar, visiblemente conmovida por la escena. “Estoy muy feliz por ustedes dos y ojalá que su amor dure por siempre”, expresó entre sonrisas. Algunos, como Andrés Caniulef, aprovecharon para bromear sobre cómo sería la relación fuera del contexto del reformatorio, pero nada logró quitarle magia al instante.
Incluso después del momento, Faloon quiso asegurarse de que la propuesta había sido en serio. Rai, con una sonrisa tranquila, reafirmó que sí, dejando claro que lo vivido no fue una actuación ni parte de un show, sino un acto genuino de cariño.
En un entorno donde predominan la disciplina y las pruebas constantes, el cariño entre Raimundo y Faloon logró florecer. El romance televisado, inesperado para muchos, se convirtió en un símbolo de que incluso en los espacios más rigurosos, hay lugar para los sentimientos verdaderos.
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